ARTE Y MERCADO: UNA RELACIÓN TORMENTOSA / una relación tormentosa / Julio César Orozco Heredia

Una obra de arte implica un sin fin de aristas que nos podrían llevar al mismo punto: ¿qué nos lleva a apreciar una obra de arte? Muchos dirían que el autor es la cosa más importante, la zona proveniente de la obra podría ser importante, la tendencia que exista en el arte actual marcaría nuestra decisión y las respuestas podrían seguir pero yo siento que el arte es más que eso.
Podríamos definir el "valor", como la cualidad contenida en el objeto que complace o satisface a la necesidad interés o deseo de una persona. Mientras que el "precio" es un acuerdo estipulado, o sea ser no más que el valor comercial de un objeto
[1]. A partir de esto podríamos decir que darle valor y ponerle precio a una obra de arte nos lleva a tomar dos decisiones importantes: ahora tendremos que decidir si la obra de arte satisface nuestra necesidad como consumidor y definir si esta satisfacción equivale al precio en que nos venden la pieza. Pero ¿cómo saber si en realidad necesitamos una obra de arte? ¿Qué tal si tan sólo es una necesidad creada por una sociedad estandarizada y clasista?
El mercado de arte no es algo nuevo, éste se remonta a décadas atrás, épocas en las que París era la gran capital de la cultura, la cual perdió su poder ante el nebuloso Londres o la fría Nueva York. La vanguardia llegó a los Estados Unidos de la mano de los ricos neoyorquinos que quisieron emular a sus pares londinenses o parisinos. Una vez invadido el mercado americano de los años veinte por el cubismo y en camino hacia la abstracción figurativa los críticos conservadores se vieron desplazados e impotentes ante la avalancha. Y aquí surge una figura mítica, esnob y elitista: el crítico y el curador. Pero ¿qué tienen de importante estas personitas? Simplemente el hecho de que te pueden destruir como artista o pueden crearte una carrera simplemente a partir de la mordaz fotografía de una mancha en la pared.
Así se desprenden ideas que nos llevan a pensar en una ausencia de criterios claros y objetivos para valorar y juzgar el arte
[2], todo esto a dos motivos: la subjetividad del arte y la experimentación que llevan a cabo los artistas. Estos dos asuntos otorgan aún más poder a los críticos y curadores, ya que tienen la libertad y el cinismo de juzgar como arte lo que quieran y valorar o destrozar las gargantas de quien ellos plazcan. Esto lleva a que el arte se convierta en un gran imperio para ciertas personas o galerías- como Sotheby’s, Christie’s y Phillips quienes controlan en un gran parte el mercado y la exposición mundial de arte.[3]
Además de todo esto, el tiempo es otro de los factores que nos llevan a perder el enfoque acerca de la valoración del arte: siempre será diferente la perspectiva al pasar los años acerca de la lata de Campbell’s de Warhol, por dar un ejemplo. El tiempo nos lleva a darle más importancia a obras de arte de épocas más clásicas o representativas y a darles sólo “spot light” a artistas nuevos y “hips” que traigan ideas nuevas y no darle espacio mediático a artistas como Botero o el mismo Da Vinci.
El arte contemporáneo muestra una dependencia nata hacia las leyes del mercado El artista no tiene otro remedio que aceptar esta situación en espera de que le llegue su turno para colgar su obra en los museos y figurar en los catálogos de arte. Mientras, siempre tiene la alternativa de cotizarse como artesano pintando para colgar en las paredes de la casa de alguna doña ricachona con la necesidad de sentirse pensadora; de algún coleccionista con trauma de curador o crítico; y hasta pintar murales en alguna universidad. Hasta tal punto es cierto que la categoría de un artista, vivo o muerto, depende de su nivel de cotización en los catálogos internacionales de arte y en las subastas.
A partir de todo esto sólo nos queda o nos lleva a concluir algo: el valor del arte se da en consecuencia de las necesidades que tengamos, de la necesidad de en realidad comprar un cuadro o una escultura porque encontramos un verdadero significado a la obra y no sólo nuestra insuficiencia de pensamiento, en realidad comprar no por el hecho de figurar en un grupo social. Asimismo, tenemos que quitarnos de la cabeza de que los curadores y los críticos son los todos poderosos en este negocio, darnos cuenta que tan sólo son individuos incapaces de crear una verdadera obra de arte y por lo cual se dedican a ejercer su poderío y amargura para que los que en realidad tienen talento estén a sus pies.
La conclusión tal vez más clara y más concisa a la que llegué es la siguiente: el arte no se valora por lo que es sino por lo que representa para el comprador, ya que si se le diera un precio equivalente sólo valdría lo que costó el metro de tela y los tubos de óleo. Bueno, siempre desde mi perspectiva.

BIBLIOGRAFÍA
- Haymann, Dalia. Introducción al mercado de arte, Gestión Cultural, Chile, 2 de julio del 2007, consultado el 13 de febrero del 2008, disponible en;
http://www.gestioncultural.org/gc/boletin/2005/bgc12-mercadodelarte.htm
- Martín, Jesús Ángel. Arte y Mercado, El arte contemporáneo:análisis de sus características y de la forma que es percibido, Valladolid, consultado el 8 de febrero del 2008, disponible en http://www.ideasapiens.com/arte/estetica/arte%20contemporaneo%20percepcion_publico.htm
- Helguera, Pablo. El ajedrez del arte, Los movimientos del poder económico sobre el tablero del espíritu
- Viveros, Christian y Winkleman, Edward. La realeza del arte, Life and style, noviembre del 2007.
NOTAS
[1] Haymann, Dalia. Introducción al mercado de arte, http://www.gestioncultural.org/gc/boletin/2005/bgc12-mercadodelarte.htm
[2] Martín, Jesús Ángel. Arte y Mercado, El arte contemporáneo:análisis de sus características y de la forma que es percibido, http://www.ideasapiens.com/arte/estetica/arte%20contemporaneo%20percepcion_publico.htm
[3] Haymann, Dalia. Introducción al mercado de arte, http://www.gestioncultural.org/gc/boletin/2005/bgc12-mercadodelarte.htm

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