Arte y Mercado: “¡El arte es lo que vende!” / Diego Arredondo


“¡El arte es lo que vende!”

                                                                   Frank Lloyd Wright

                                     Arquitecto, diseñador y escritor.

¿Qué es lo que asigna el valor de una obra de arte? ¿Es la técnica del artista?, ¿su fama?, ¿la historia de su vida?, ¿el tiempo que tardó en realizarla?, ¿el tamaño de la obra?, ¿su antigüedad?,¿la cantidad de latas de sopa o de animales muertos que se usó para crearla?, ¿la interpretación que propone de la realidad de su tiempo?, ¿su extrañeza?

Esto pone en juego un serio dilema, ya que la mayoría de las razones propuestas han justificado el alto valor de una obra por lo menos alguna vez en la historia. Lo cierto es que va más allá de decidir cuál de estas cuestiones es la correcta o real, ya que las interpretaciones que le da a una obra el espectador y posible comprador de ésta pueden ser igual o incluso más complicadas que las ideadas por el artista al crearla, y por lo tanto no se puede generalizar.  Esto se refleja en que ha habido ocasiones en las que alguna obra es comprada a un alto precio no por su técnica, fama o propuesta vanguardista, sino por la interpretación personalísima que le da el comprador a la hora de la subasta, quien le asigna un valor exorbitantemente caro, podemos decir, por su propio “capricho”, por lo que vio en esta obra que lo cautivó.

Así pues, vemos como los conflictos entre lo que es arte y lo que no lo es, lo que es bello y lo que no lo es influyen de manera sustancial a la hora en que se le asigna valor a una obra.

Haciendo referencia a este último punto, se podría afirmar que la técnica, así como la armonía y la concordancia con la realidad de una obra no determina necesariamente su valor, ya que son cualidades que cualquier ilustrador profesional puede lograr, a quien no se le considera siempre como un artista ni a su obra como arte. Vemos entonces que la “perfección de los trazos” nada tienen que ver con asignarle un alto costo a una pintura, por lo menos desde la introducción del expresionismo y, más tarde, del arte moderno a la escena.

 

Ahora bien, cuando el arte es considerado como reliquia, entonces la antigüedad de la pieza influye primero que nada en su valor. Es tal vez esta la única circunstancia en la que ni la técnica ni la fama del autor en sí importan, ya que su valor radica en qué tan antiguo es y su expresión es meramente antropológica o incluso sólo arqueológica. Esto sucede hablando de piezas con varios siglos o tal vez milenios de antigüedad, pero también es cierto  que en el caso de obras de hace un par de siglos se les ha añadido mucho valor adicional por su edad y son considerados, a su vez, como arte aún, y no sólo como reliquias.

Algo que es indudable es que la fama personal del artista y su vida influye primordialmente en el costo de sus obras. Por obviedad sabemos que una obra de alguien muy reconocido como artista es necesariamente cara, y que incluso puede llegar a influir mucho si el autor está muerto o acaba de fallecer, si tuvo una vida trágica, si se le relacionó con algún escándalo polémico, o con celebridades históricas, si fue alguien controversial, si su técnica propuso una vanguardia que cambió la escena del arte y, por qué no decirlo, si era una figura pública simplemente “rara”, en la forma sencilla y estereotipada  de decir que iba en contra de lo bien visto o de lo social y artísticamente correcto de su tiempo.

 El conflicto que encontramos aquí es que siempre va a haber un talento mediatizado o con posibilidades de darse a conocer y otro escondido. Pudieron haber existido otros cincuenta Picassos, Pollocks, Mirós, Cezannes, etc., pero distintos factores, como su aislamiento (voluntario o circunstancial), su rechazo inmediato, la pérdida de sus obras o su esclavitud a un “mundo pequeño”, hicieron que nunca llegaran a nuestros ojos u oídos.

Este es un fenómeno que vemos actualmente, y que está creciendo cada vez más con la explosión de la Web 2.0 y la infinidad de expresiones artísticas que puedes este medio masivo conlleva. Cuántas veces no hemos visto mientras navegamos algún video, imagen o cualquier producto creativo que realizó  una persona “cualquiera”  de algún lugar del mundo (generalmente Asia), y que son verdaderamente increíbles, siendo manifestaciones y propuestas nuevas, ingeniosas, frescas, laboriosas y sobretodo creativas que nunca llegan a ser consideradas de manera general como arte, siendo que la denominación más común a la que llegan, por lo menos aquí en México, es a “pinchi ocioso”.

Con esto vemos entonces cómo la fama es y siempre ha sido un elemento primordial en el arte, que muchos, en sus ideales románticos e idealistas, dirían que es inadmisible, pero lamentablemente es una realidad.

Una vanguardia o una idea innovadora tiene en sí mucho valor artístico, pero no consigue valor monetario real hasta que es dada a conocer, hasta que rompe esquemas de manera escandalosa y sonora, es entonces cuando obtiene fama, y cuando esta propuesta puede valer millones de dólares.


FICHA TÉCNICA:

Opinión: Diego Arredondo

Fotografía: Jeff Graham, Street Artist 09/2007

 

 

 

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